miércoles, 30 de enero de 2013

Flor de almendro.



    Retales de los campos, son las tierras, donde relucen los almendros, mimando a sus pequeñas flores de pétalos blancos y mejillas sonrosadas, que tímidamente asoman por sus ramas. Los olivares felices crecen todos a la vez. De las encinas, cuelgan las ramas, agradecidas a la luz del sol. Los carrizos forman manchas aisladas. De cabezas espigadas. Y la acacia se extiende sin límites, por los lindes de los caminos. Sus troncos herectos, de savia dormida, contienen pequeñas hojitas secas en la coronilla, y alguna vaina desgastada. Negándose a desprenderse, de los recuerdos del pasado.Y en las laderas, los alcornoques, siempre bestidos con sus camisas cortas de bornizo. Y un color verde brillante, cubre los montes y realza las llanuras y campiñas. Y la perpetua sirvestre, lo pinta todo de amarillo, a su paso. Y cuatro milanos descarados y atrevidos, suben y bajan, con vuelos envestidos, acosando al ganado, en su propio redil. Y por el camino, otros cuatro he contado. En vuelos solitarios. Contrastando su cola rojiza y mellada con el blanco manchado, en sus alas desplegadas. Antes de yegar a Barcarrota. Sobre sus nidos en explendorosa colonia, seis parejas de cigüeñas, presintiendo la época fecunda. Otras siete, solitarias, esperando el romance, o la vuelta de su compañero, con alguna ramita, para arreglar el nido temprano o algún vichito en el pico. Sobre el enorme brazo de una torreta eléctrica, que simula a un gigante. Una valiente camarada, coloca los cimientos de su nido. Arriesgada labor. Mientras, desde el brazo contígüo. Su pareja está absorta y tranquila, contemplando desde la altura. Y así se cuenta hoy, un día explendoroso y radiante, donde el sol, todo lo ilumina, con su hermoso semblante.

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