Me encanta observar el vuelo del águila calzada. Es un planeo suave con giros y descensos muy lentos mientras sus ojos rastrean los campos buscando alguna presa para su sustento. Ahora
a merced de nuevas tierras, estrenando o retocando su nido. O tal vez incubando a sus pollos en el transcurso
de este nuevo año. Como tantas rapaces, se limita a la tarea hábil de la supervivencia. Donde la destreza y la habilidad para no ser vista, es un papel indispensable que poner a prueba cada día. Es por ello que la incertidumbre con la que viven las aves, su belleza y su libertad sin fronteras, es para muchos una cualidad que las hace admirables. Son las reinas de las alturas y los espacios abierto. Viven sin pensar que comer mañana y además dejan la tierra firme como les place. En otra vida quiero ser un pájaro. Mejor un águila.
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