viernes, 23 de noviembre de 2012

DEHESA MOHEDA ALTA








  Suave velo de verde matiz, vá cubriendo la tierra, hasta donde alcanza la vista. De lo llano, se elevan las encinas con los brazos abiertos. Y así en el horizonte, la sierra de Guadalupe sobresale en altura. Perfilando su cima, asoma la roca madre caliza. Y mirando el contraste, subimos un sendero, que se eleva y embelesados descubrimos un lago de cristalinas y remansadas aguas. Donde una bandada tranquila, de porrones comunes, se desplaza tan suavemente que apenas parece moverse, tan delicadamente que pareciera la danza del lago de los cisnes y así algunas parejas de patos cuchara y grupos de fochas. Entre tanta paz y belleza uno pierde la noción del tiempo y se deja llevar. Pero la belleza no es completada, hasta que una bandada de grullas desfilán, elegantes y esbeltas, mientras se dirigen a su lugar de descanso. Así uno  marcha y una danza armónica y tranquila lleba consigo. Porque ha estado en casa. Y se ha sentido en  el regazo de la madre naturaleza.    

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