Suave velo de verde matiz, vá cubriendo la tierra, hasta donde alcanza la vista. De lo llano, se elevan las encinas con los brazos abiertos. Y así en el horizonte, la sierra de Guadalupe sobresale en altura. Perfilando su cima, asoma la roca madre caliza. Y mirando el contraste, subimos un sendero, que se eleva y embelesados descubrimos un lago de cristalinas y remansadas aguas. Donde una bandada tranquila, de porrones comunes, se desplaza tan suavemente que apenas parece moverse, tan delicadamente que pareciera la danza del lago de los cisnes y así algunas parejas de patos cuchara y grupos de fochas. Entre tanta paz y belleza uno pierde la noción del tiempo y se deja llevar. Pero la belleza no es completada, hasta que una bandada de grullas desfilán, elegantes y esbeltas, mientras se dirigen a su lugar de descanso. Así uno marcha y una danza armónica y tranquila lleba consigo. Porque ha estado en casa. Y se ha sentido en el regazo de la madre naturaleza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario