lunes, 25 de febrero de 2013

Mañanita de conciertos


     23-02-13

     El rocío es un velo blanco descansando sobre la hierva fresca, junto a las primeras horas de la mañana. Pasado un tiempo, el tejido de las botas
se humedece y el frío campea a sus anchas calando hasta los pies. Más, el curioso continúa su paseo por el campo y se olvida de sus pies mojados.
    Momentos antes, queda atrás la vista ante el primer movimiento, que se produce en la altura. Son los recién venidos aviones, que trabajan incansablemente retocando sus nidos históricos. Mientras, las palomas bravías e hibridadas se asoman por las ventanitas, como vecinas curiosas. En parejas o en bandadas, permanecen atentas a lo que sucede a su alrededor. Y así el viejo edificio, abandonado hace mas de un siglo, cobra vida, gracias a las aves.
  Y por el camino, los trigueros regalan su trino, que suena a hierva seca y campo valdío. Y el zorzal ráudo, se ha escondido en un olivo. Asustado, tras ser sorprendido en el suelo. Entre los matorrales de la ladera, la hembra de la curruca capirotada.Tímidamente hermosa. Está quieta y asustada. De  los cipreses  habitados del cementerio, sus huéspedes, los verdecillos, se recrean en la mañana y en su propio canto. Por unos instantes, observo a un pájaro muy pequeño. Emite un canto agudo y breve. Creo que es un chochín. Lo delata su escondite, que suele estar a los piés de algún matorral, o el brote desmarañado de algún chaparro. La mañana está llena de sorpresas y así inesperado es el relincho del pito real, que acompaña con su  tamborileo  y estremece. Y como es día de conciertos, no falta la alondra totovía. A la que escucho desde hace rato. Es como el sonido de una suave sirena. Que va cambiando de tono.  Y así se oyen, bandadas de gorriones, el trepador azul, el buitrón, el arrendajo y  la curruca cabecinegra. Y hermoso es ver ese ritual, lento caminar, siempre rodeando las ramas. El pequeño agateador común. Es todo un momento de ternura, ver a este animalillo, que mas que un pájaro, parece un insecto,  Eso pensé la primera vez que lo ví. Creí que era un insecto grande, subiendo por la encina. 

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